
En momentos de impacto emocional intenso, el apoyo adecuado y estrategias de afrontamiento pueden marcar la diferencia para recuperar el control en medio del caos.
Las crisis, sean personales o colectivas, llegan de manera abrupta y dejan una sensación de descontrol absoluto. La mente entra en un estado de alerta máxima, el cuerpo reacciona con tensión y miedo, y la sensación de seguridad directamente se esfuma. Sin lugar a dudas, es en estos momentos cuando la estabilidad emocional se pone a prueba y cuando el apoyo adecuado puede marcar la diferencia entre el colapso por sentirse atrapado en el caos o comenzar a recuperar el equilibrio, en gran medida, gracias a una de nuestras mejores armas para ello: el desarrollo, entrenamiento y fortalecimiento de nuestra resiliencia para afrontar futuras crisis con mayor seguridad y confianza.
El shock inicial puede hacer que todo se sienta como desconcertante e irreal, e incluso como si la vida misma se hubiera congelado. En una crisis, el cuerpo y la mente pueden entrar en un estado de parálisis que bloquea la respuesta adaptativa. La confusión mental, la desorientación y la sensación de no poder procesar lo que ha ocurrido son respuestas esperables ante una crisis. Reconocer esto mismo como parte de la experiencia vivida permite afrontarlo sin agregar más angustia extra a la situación ya de por sí angustiosa. Dar espacio a las emociones y recibir el acompañamiento adecuado ayuda a reducir el impacto, prevenir dificultades psicoemocionales en el medio y largo plazo y facilita la recuperación.
El pánico puede hacer que una crisis, además de abrumadora, se sienta inmanejable, hasta el punto de generarnos un caos interno capaz de interferir nocivamente en cualquiera las estrategias de afrontamiento que poseamos. El miedo a que la situación se repita es una de las secuelas más comunes tras una crisis, generando un estado de hipervigilancia sostenida que mantiene la mente en alerta constante. Esta ansiedad anticipatoria puede afectar a la toma de decisiones, limitar o circunscribir altamente la confianza en el futuro, así como dificultar la sensación de seguridad, incluso cuando el peligro ya ha pasado.
La mente se aferra a la posibilidad de que el peligro vuelva, ocasionando per sé esa ansiedad, hipervigilancia y dificultades referidas con las que perturbar y retomar la rutina. La sensación de vulnerabilidad ininterrumpida se acompaña naturalmente de un temor persistente que no solamente complica recuperar la normalidad, sino que también impacta en el bienestar emocional y la calidad de vida de la persona. La capacidad de disfrutar y centrarse en el presente y el convencimiento de que es posible seguir adelante con garantías se ven profundamente afectadas, intensificando la sensación de indefensión.
Volver a la normalidad después de una emergencia puede parecer una tarea titánica. Las actividades y quehaceres diarios que antes se realizaban con facilidad pueden tornarse desbordantes, y la sensación de pérdida de control sobre la vida puede generar frustración y desesperanza. No se trata de "seguir adelante" de inmediato, sino de reconstruir el equilibrio de manera progresiva, con apoyo y mecanismos que permitan afrontar la realidad de forma saludable y adaptativa.
La buena noticia es que, de igual forma, esta sensación de inestabilidad incesante no tiene por qué gobernar nuestra vida, ni mucho menos condicionar cada decisión que tomemos o experiencia que vivamos ya que con el tiempo y las herramientas adecuadas ES posible recuperar la sensación de control. Aprender a manejarnos y recobrar la sensación de seguridad y confianza, permitiendo que retomen su lugar natural en nuestra vida, ES factible con el respaldo de profesionales especializados en la intervención psicológica en situaciones de crisis, catástrofes y emergencias.
En toda crisis, por devastadora que sea, hay un camino hacia la recuperación. Nadie debería enfrentar el impacto de estos momentos en soledad. El apoyo psicológico, la contención emocional y el aprendizaje de nuevas estrategias permiten transitar el momento de crisis con mayor claridad y autoeficacia. No supone un final, sino el comienzo de un futuro abierto a nuevas posibilidades, a partir de la que transformar la experiencia en una oportunidad de crecimiento, reforzando recursos internos y externos, y donde la esperanza y la recuperación tienen cabida.
Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas. Tenlo claro: apoyo y asistencia de profesionales, especializados y competencialmente preparados. Existen profesionales, grupos de apoyo y personas dispuestas a caminar contigo en este proceso. Con el tiempo y el acompañamiento adecuado ES posible encontrar maneras de seguir adelante sin olvidar, pero sin quedar atrapado en el dolor.
Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación.
Y si eres TÚ quien está sufriendo, por favor, no decaigas, mantén la esperanza: hay ayuda, hay personas que se preocupan por ti y hay una salida, incluso si ahora parece difícil de encontrar. A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda.
Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.
Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día: