¿Es normal sentir culpa o rabia después de una pérdida?

¿Es normal sentir culpa o rabia después de una pérdida?

Perder a alguien remueve y aflora emociones tan desconcertantes como inauditas. Comprenderlo es empezar a soltar la idea de que existe una única forma predeterminada y adecuada de sentir la pérdida y vivir el duelo.

La respuesta es SÍ.

Sentir culpa, rabia o enfado después de una pérdida no solo es normal, sino también esperable. Son emociones humanas que pueden aparecer cuando intentamos entender decisiones tomadas, lo que ha pasado, lo que no dijimos, lo que no hicimos o si podríamos haber hecho algo diferente. Es más, junto a ellas, también es frecuente sentir tristeza, ansiedad, impotencia, confusión, desesperación, desamparo, cansancio o dificultad para concentrarse, vacío, alivio o incluso momentos de conmoción, insensibilidad y/o desconexión emocional, y ninguna de estas respuestas es incorrecta: forman parte del proceso de duelo.

Todas esas emociones y sensaciones forman parte del proceso y no indican que algo esté mal contigo: son reacciones humanas ante un acontecimiento profundamente doloroso, sobre todo, si la muerte ha sido repentina, traumática o por suicidio. Aprender a mirarlas sin juzgarlas es parte de la sanar.

Estas emociones:

  • No son "malas", aunque sean incómodas o difíciles de manejar.
  • Cumplen una función: ayudan a dar sentido a lo ocurrido y a integrar la pérdida.
  • Necesitan ser expresadas, comprendidas y elaboradas en un entorno seguro.

El duelo no se mueve en una única dirección. Las emociones cambian, aparecen de forma inesperada y a veces se contradicen entre sí, hasta el punto de llegar a tener días en los que uno/a siente que avanza y otros en los que sucede lo contrario y todo parece retroceder. Todo eso forma parte del camino. No se trata de "controlar" lo que se siente, sino de darse permiso para sentirlo e ir entendiendo a cada paso lo que está ocurriendo.

Las circunstancias de la pérdida influyen mucho en cómo se vive el duelo. No es lo mismo una muerte repentina que una esperada; ni perder a una persona con la que había un vínculo profundo que a alguien con quien la relación era ambivalente o compleja. Lo traumático de la experiencia, la historia compartida o incluso el momento vital en el que ocurre pueden hacer que el duelo se viva de formas muy distintas y que, por ello, las emociones que se experimenten —o que se vayan experimentando— como doliente(s) sean muy diversas y resulten un tanto confusas o desconcertantes.

A veces, lo que más cuesta no es lo que sentimos, sino lo que creemos que deberíamos sentir. Las expectativas propias o ajenas pueden generar más sufrimiento que el propio dolor. Por eso, reconocer lo que realmente está pasando en nuestro interior, sin forzarse a encajar en cómo “se supone” que deberíamos encontrarnos, es ya un paso hacia la recuperación de cara a la elaboración de la pérdida.

Si estas emociones persisten en el tiempo con gran intensidad, interfieren en tu vida diaria o te sientes atrapado/a en ellas, es recomendable buscar apoyo psicológico especializado en duelo. Un profesional puede ayudarte a comprender lo que sientes, a canalizar esas emociones y a encontrar formas de aliviar la carga emocional que llevas.

Sentirnos acompañados/as en un momento así puede marcar la diferencia y ayudarnos mucho más de lo que pensamos. No porque “alguien” tenga las respuestas, sino porque compartir el dolor con un profesional especializado en los procesos de duelo y pérdidas puede aliviar el peso que justo ahora —o en ese lapso—pueda parecer demasiado difícil de sobrellevar en solitario.

Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas. 

Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación. En determinadas circunstancias, que sea otro/a quien se atreva a dar un primer paso por nosotros/as permaneciendo a nuestro lado y empezar por hablarlo es un pequeño gran acto de amor incondicional y de cuidado hacia uno/a mismo/a.

Y si eres TÚ quien está sufriendo o sintiendo que lo que estás viviendo te supera o simplemente necesitas un espacio seguro y confiable para abrirte y sentirte comprendido, por favor, no decaigas, mantén la esperanza. Dar ese paso también forma parte del cuidado.

A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda. Soy consciente de que dar el primer paso puede ser difícil, pero no tienes que hacerlo solo.

Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.

Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día:

  • 112, teléfono de emergencias.
  • Línea 024 de atención a la conducta suicida.
  • Fundación ANAR para la ayuda a niños/as y adolescentes: 900 20 20 10.