
Las cicatrices invisibles del duelo, comprendiendo lo que no siempre es visible y otros no ven, ante los diferentes tipos de pérdidas que requieren una mirada distinta cuando el dolor no sigue un mismo patrón.
Conviene tener presente que no hay duelos mejores ni peores ni tampoco más fáciles o difíciles. Todos los duelos son legítimos.
Cada proceso es único, porque está profundamente ligado a la relación que se tenía con la persona fallecida, al momento vital en que ocurre la pérdida y a la historia emocional de quien la vive.
Cuando un vínculo ha sido muy significativo, el dolor puede ser más intenso y complejo de elaborar, no porque la persona no “avance”, sino porque lo que se ha perdido ocupa un lugar fundamental en su vida. Y eso, por sí solo, ya hace que el camino y, muy especialmente, el proceso connatural del duelo sea (tan) difícil de transitar.
En el ámbito clínico se habla de duelo normal —cuando, a pesar del sufrimiento, la persona logra adaptarse poco a poco a la ausencia— y de duelo complicado o patológico cuando el duelo no es elaborado y el dolor se cronifica o se bloquea, interfiriendo de forma significativa en la vida cotidiana.
No es que exista un tipo de duelo más “duro” por definición, sino que hay circunstancias que lo pueden volver particularmente complejo como, por ejemplo, cuando uno/a no se puede despedir, cuando la pérdida es traumática o inesperada, cuando se ha sufrido la pérdida de varios seres queridos en un corto periodo de tiempo, o cuando hay factores previos de vulnerabilidad emocional que impiden elaborar el duelo con los recursos suficientes para sostener el dolor y adaptarse a la nueva realidad.
La forma en que se vive el duelo está muy condicionada por el tipo de pérdida y también por el tipo de relación mantenida con la persona objeto de duelo. No afecta igual una muerte súbita que una tras una enfermedad prolongada. Tampoco es lo mismo perder a alguien con quien se tenía una relación emocionalmente estable, que a alguien con quien quedaron asuntos sin resolver, vínculos rotos o sentimientos ambivalentes. En algunos casos, lo que más duele no es solo la ausencia, sino lo que no se dijo, lo que no se pudo hacer o lo que nunca se resolvió. Todo esto complica el curso natural del proceso de duelo como doliente y puede generar emociones contradictorias, confusas y desconcertantes.
Por otra parte, también hay duelos silenciados o poco reconocidos socialmente —como el de una expareja, una mascota, un aborto, una muerte por suicidio o incluso una figura con la que había un vínculo oculto o complejo— y que pueden vivirse con un grado extra de aislamiento, culpa, vergüenza o confusión. Cuando el entorno no reconoce —o acoge— el dolor, el duelo puede volverse aún más difícil de afrontar y ocasionar una profunda sensación de soledad.
En este sentido, hay ciertos tipos de duelo que, por sus circunstancias específicas, tienden a ser más dificultosos o intrincados de elaborar. No solo por lo que implican emocionalmente, sino también por los condicionantes sociales, culturales o psicológicos que los rodean. Reconocer estas particularidades permite acompañar mejor estos procesos y comprender por qué algunas personas pueden necesitar más tiempo, más apoyo o mayor validación para transitar su pérdida.
Por ello, es importante tener presente que hay ciertos tipos de duelo que suelen ser más complejos y dolorosos de procesar, muy especialmente, cuando están marcados por circunstancias traumáticas, inesperadas o socialmente estigmatizadas.
Entre ellos:
Duelo de muerte por suicidio. Este tipo de pérdida suele estar acompañado de emociones intensas como culpa, incomprensión, impotencia, tristeza profunda, rabia o vergüenza. Las preguntas sin respuesta y el estigma social dificultan enormemente la elaboración del duelo. Muchas veces, los familiares se sienten solos y aislados en su dolor.
Duelo repentino o traumático. La muerte inesperada de un ser querido (por accidente, un infarto, homicidio, etc.) puede generar un gran shock emocional y dificultades para asimilar lo ocurrido. El cuerpo y la mente necesitan más tiempo y apoyo para adaptarse a la nueva realidad.
Duelo perinatal o por pérdida gestacional. Muchas personas subestiman este tipo de duelo, pero la pérdida de un bebé durante el embarazo o poco después del nacimiento puede tener un profundo impacto psicológico. Además, la falta de reconocimiento social puede hacer que este dolor se viva en silencio, volverse aún más difícil de afrontar y ocasionar una profunda sensación de soledad.
Duelo anticipado. En enfermedades prolongadas o degenerativas, el duelo puede comenzar incluso antes de la muerte. Este proceso a menudo genera una gran carga emocional, agotamiento y ambivalencia.
Duelo no autorizado o desautorizado. Cuando la sociedad o el entorno no valida la pérdida (por ejemplo, el fallecimiento de una expareja, de un amigo con el que había una relación no oficial o de una mascota), la persona en duelo puede sentir que no tiene “derecho” a sufrir, dificultando su recuperación.
Pasar por un duelo puede ser una experiencia profundamente solitaria y especialmente incomprensible cuando no se entiende la intensidad o la duración del dolor.
Algunas señales de que podrías necesitar ayuda profesional incluyen: continuar negando que el ser querido ha muerto, insensibilidad o letargo emocional persistente sobre la pérdida, incapacidad de retomar las actividades y rutinas diarias tras varios meses, aislamiento extremo o incapacidad de hablar sobre la pérdida, sentimientos intensos de culpa, inutilidad o desesperanza, conductas de autolesión o ideación suicida, dificultad para tener intereses o hacer planes para el futuro, etc.
Contar con apoyo profesional no significa olvidar antes, sino poder transitar el proceso acompañado/a y en un espacio donde lo que se esté experimentando tenga lugar, sentido y sobre todo el respeto y el cuidado que merece.
Si sientes que el duelo te pesa más de lo que puedes sostener solo/a, puedes contactarme. A veces, empezar por hablarlo ya es un primer paso.
Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas si resulta necesario. Tenlo claro: apoyo y asistencia de profesionales, especializados y competencialmente preparados.
Con el tiempo y el acompañamiento adecuado ES posible encontrar maneras de seguir adelante sin olvidar, pero sin quedar atrapado en el dolor.
Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación.
Y si eres TÚ quien está sufriendo o estás pasando por el duelo de un ser querido, por favor, no decaigas y mantén la esperanza.
A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda. Soy consciente de que dar el primer paso puede ser difícil, pero no tienes que hacerlo solo/a.
Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.
Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día: