Grupos de Ayuda Mutua: cuando compartir es sanador.

Grupos de Ayuda Mutua: cuando compartir es sanador.

Enfrentar el dolor acompañado transforma la carga en aprendizaje, el aislamiento en conexión y la desesperanza en la posibilidad de un nuevo comienzo.

Hay momentos en la vida en los que el peso de la soledad, el dolor emocional o la sensación de estancamiento se vuelven demasiado difíciles de llevar en solitario. Muchas personas sienten que nadie a su alrededor puede comprender lo que están viviendo, o simplemente no encuentran un espacio seguro donde sentirse entendidos o poder expresarse sin miedo al juicio. De ahí que, la sensación de soledad ante el problema pueda generar un gran peso emocional adicional. En estos momentos, contar con un Grupo de Ayuda Mutua (GAM) o un grupo terapéutico puede convertirse en un pilar fundamental.

Uno de los mayores desafíos cuando enfrentamos dificultades emocionales es la sensación de aislamiento. Creemos que nuestros problemas son únicos o que nadie podría entender realmente lo que estamos atravesando o el dolor tan intenso en el que nos hallamos inmersos. Sin embargo, en un grupo de apoyo, el simple hecho de escuchar a otros compartir experiencias similares genera un impacto profundo ya que nos damos cuenta de que no estamos solos. Se crea una conexión genuina que va más allá de las palabras, un vínculo que valida nuestro sentir y nos recuerda que el apoyo que necesitamos -y que tanto anhelamos- existe. Desde luego, la sensación de “nadie me entiende” quedará fuera de cualquier planteamiento previo o marco de referencia funcional.

Compartir la experiencia con quienes atraviesan un proceso similar no solo brinda contención y comprensión, sino que también facilita el aprendizaje de estrategias mediante las que afrontar el duelo y favorecer la reconstrucción emocional.

Otro aspecto fundamental que un grupo puede ofrecer es el aprendizaje a través de la experiencia de los demás. Con frecuencia y de manera involuntaria, nos vemos envueltos en dinámicas perjudiciales de funcionamiento que afectan a nuestro bienestar y que nos lleva a sentirnos atrapados en una rutina emocional que nos desgasta y nos consume a partes iguales. Escuchar cómo otras personas han enfrentado y lidiado con situaciones similares o cercanas a la propia experiencia vivida nos permite descubrir nuevas formas de manejar nuestras emociones y sobrellevar mejor nuestro propio proceso. Nos da la oportunidad de reflexionar, de ver las cosas desde otra perspectiva y, sobre todo, de encontrar esperanza y visión de futuro en los relatos de quienes han avanzado en su proceso.

Por otra parte, los grupos terapéuticos, además del apoyo emocional, ofrecen herramientas y recursos prácticos y eficaces con los que manejar emociones y estados tan peliagudos como la ansiedad, la tristeza, la culpa o la ira. No se trata tan solo de compartir experiencias, sino de aprehender estrategias concretas para gestionar lo que sentimos. Ya sea a través de técnicas de regulación emocional, estrategias de afrontamiento, trabajo en habilidades sociales y comunicación o dinámicas que nos ayuden a romper con patrones dañinos, el grupo se convierte en un espacio de crecimiento reparador donde la comprensión mutua y el apoyo incondicional permiten reconstruir y afianzar la confianza en uno mismo, los demás y la vida.

Una última cosa que podría añadirse sin que resulte menos importante es que, un grupo de apoyo favorece fortalecer nuestras relaciones y habilidades sociales. Muchas personas que acuden a estos espacios tienen dificultades para establecer o mantener vínculos significativos, bien sea por miedo, desconfianza o inseguridad. En un ambiente confiable, de respeto y comprensión como el que llega a configurarse, se aprende a interactuar con los demás desde la autenticidad, sin máscaras ni presiones. Se desarrolla la confianza, la escucha empática y la capacidad de recibir y brindar apoyo donde lo que prevalece es el sentido de cohesión y pertenencia sabiendo que, todos ellos, se presentan como elementos fundamentales para la construcción de relaciones sanas y con unos lazos de unión duraderos más allá del grupo. Se reduce la sensación de aislamiento, se generan nuevas perspectivas sobre la propia experiencia y se promueve un espacio seguro donde compartir sin miedo al juicio.

Pedir ayuda no es fácil, pero reconocer que no tenemos que no estamos solos y que apoyarnos en otros no nos hace débiles, no solo nos humaniza sino que nos supone un acto de valentía y autocuidado. Un grupo de apoyo no soluciona ni resuelve mágicamente los problemas, pero sí ofrece algo invaluable: compañía y apoyo mutuo, aprendizaje y crecimiento, y un camino hacia el bienestar con(s)ciente con una potencial visión de futuro. Nunca es un buen momento para dar un primer paso, sin embargo, la realidad es que, ante ese pequeño gran paso, siempre hay personas dispuestas a escucharte y acompañarte en el proceso. No tienes que hacerlo solo/a.

Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas. Tenlo claro: apoyo y asistencia de profesionales, especializados y competencialmente preparados. Existen profesionales, grupos de apoyo y personas dispuestas a caminar contigo en este proceso. Con el tiempo y el acompañamiento adecuado ES posible encontrar maneras de seguir adelante sin olvidar, pero sin quedar atrapado en el dolor.

Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación.

Y si eres TÚ quien está sufriendo, por favor, no decaigas, mantén la esperanza: hay ayuda, hay personas que se preocupan por ti y hay una salida, incluso si ahora parece difícil de encontrar. A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda.

Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.

Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día:

  • 112, teléfono de emergencias.
  • Línea 024 de atención a la conducta suicida.
  • Fundación ANAR para la ayuda a niños/as y adolescentes: 900 20 20 10.