¿Qué diferencia hay entre ansiedad, tristeza y depresión?

¿Qué diferencia hay entre ansiedad, tristeza y depresión?

Cuando el malestar que nos habita está presente, no tiene un nombre claro, pero confunde porque sabes cómo te encuentras y no entiendes la razón, y mucho menos la diferencia significativa que puede dar con la clave de cuanto estás sintiendo.

Aunque se trata de conceptos que tenemos muy a la orden del día o que, en la actualidad, se presentan como muy habituales en la vida de las personas, familiares y allegados de cara a su salud mental de las personas o allegados, lo cierto es que todas generan malestar emocional, pero suponen experiencias distintas con consecuencias, implicaciones, intensidad y alcance propios.

Es muy común no tener del todo claro qué nos está pasando y, por ello, en ocasiones empleamos términos de manera indistinta que, aunque comparten algunas manifestaciones o guardan alguna relación por el impacto que nos suponen, lo cierto es que la ansiedad, la tristeza y la depresión no son lo mismo.

Comprender sus diferencias es un primer paso para saber identificarlas y, si es necesario, pedir ayuda profesional para poder abordarlas debidamente.

Tristeza

Es una emoción fundamental y adaptativa que forma parte del conjunto de nuestras emociones básicas universales, con independencia de la cultura y contexto de la persona. Aparece como respuesta innata, por ejemplo, a una pérdida, una decepción o una situación difícil a la que nos enfrentemos.

Puede durar días, semanas e incluso meses —en función del acontecimiento y/o momento en el que nos encontremos—, y aunque puede ser muy intensa, no suele bloquear ni impedir el funcionamiento diario. Es parte natural del ser humano y tiende a disminuir con el tiempo, sobre todo cuando se le da espacio.

Facilita la introspección y permite tomar un tiempo para uno/a mismo/a, volver a tomar fuerzas y conservar la energía para reintegrarse y superar la dificultad de los momentos difíciles.

Ansiedad

Es una respuesta anticipatoria al peligro o al estrés, por lo que, adaptativamente, nos supone un estado da alerta ante sucesos comprometidos que nos proporciona precaución y nos dota de cierta cautela ante los eventos peligrosos —o que nosotros interpretamos como peligrosos—. De ahí que la amenaza que experimentamos sea real o anticipada.

La ansiedad es una respuesta de alerta del cuerpo y la mente. Es útil en situaciones puntuales de peligro o tensión, pero cuando se vuelve excesiva, persistente o difícil de controlar, puede generar un profundo malestar.

Suele manifestarse como:

  • Preocupación constante, anticipación negativa o sensación de amenaza sin una causa concreta.
  • Síntomas físicos como dificultad para respirar, opresión en el pecho, dificultad para respirar, insomnio, tensión muscular o taquicardias.
  • Inquietud generalizada que impide relajarse o disfrutar.

Si es persistente o desproporcionada e interfiere en la vida cotidiana, puede convertirse en un trastorno que afecte a la calidad de vida y bienestar de la persona que requiere de ayuda psicológica y atención especializada.

Depresión

Es un trastorno del estado de ánimo (transitorio o permanente) que afecta de forma profunda y persistente a cómo una persona se siente, piensa y actúa. Se caracteriza por una profunda sensación de vacío, desánimo o tristeza, junto con la pérdida de interés o placer por las actividades cotidianas.

No se trata de un simple bajón emocional, sino de una alteración significativa que puede interferir en la vida diaria. En muchos casos, puede ir acompañada de ansiedad y generar una sensación de desconexión con uno/a mismo/a y con el entorno.

La depresión no se manifiesta siempre de la misma manera y sus síntomas pueden variar de una persona a otra. Sin embargo, hay signos frecuentes que pueden alertar de su presencia, y cuando se mantienen en el tiempo y afectan al día a día, conviene prestarles atención.

Señales frecuentes que pueden ayudarte a identificar si tú o alguien muy cercano a ti está atravesando algo más que un mal momento:

  • Tristeza persistente o sensación de vacío emocional.
  • Pérdida de interés o placer por las cosas y actividades que antes resultaban motivadoras o generaban disfrute.
  • Fatiga o cansancio constante o sensación de falta de energía, incluso sin esfuerzo físico.
  • Cambios significativos en el sueño: dificultad para dormir, despertares frecuentes o dormir en exceso.
  • Alteraciones en el apetito o el peso (aumento o pérdida significativa).
  • Dificultad para concentrarse, tomar decisiones o mantener la atención.
  • Pensamientos negativos recurrentes sobre uno/a mismo/a que afectan a la autoestima o a la visión del futuro.
  • Sentimientos de inutilidad o desesperanza.
  • Pensamientos relacionados con la muerte, el suicidio o el deseo de desaparecer.
  • Irritabilidad o mayor sensibilidad emocional.
  • Aislamiento social o distanciamiento afectivo.
  • Síntomas físicos sin causa médica aparente (dolores, molestias digestivas, tensión muscular…).

Especial atención también a la depresión invisible —también conocida como depresión silenciosa o enmascarada— que hace referencia a una forma de malestar emocional profundo que, a diferencia de otras manifestaciones depresivas más reconocibles, no siempre se muestra de forma evidente. La persona puede continuar con su rutina diaria, cumplir con sus responsabilidades laborales, sociales o familiares e incluso aparentar normalidad de cara al exterior. Sin embargo, detrás de esa apariencia funcional, puede haber una lucha interna constante: una sensación de vacío, tristeza persistente, desmotivación o desconexión emocional que no se expresa fácilmente ni se identifica con rapidez. Este tipo de depresión puede pasar desapercibida tanto para el entorno como para quien la padece, dificultando el reconocimiento del propio malestar y retrasando la búsqueda de ayuda. Aun sin signos externos notorios, el sufrimiento es real, sostenido y necesita atención profesional.

La depresión interfiere de forma substancial en el día a día que afecta a la vida diaria, las relaciones y el bienestar general. No es una cuestión de “ponerle ganas”, y sí necesita un abordaje profesional, psicológico y, en algunos casos, médico.

En todos los casos, lo importante es no restar valor a lo que estás sintiendo. Si lo que te ocurre te genera sufrimiento o limita tu forma de ser, estar y hacer en el mundo, mereces cuidado y atención. No tienes por qué hacerle frente tú solo/a.

Si sientes que algo no encaja en tu interior, interfiere en tu vida cotidiana, te impide disfrutar o mantener tu ritmo habitual, o simplemente no entiendes lo que te está pasando, pero tienes la sensación de que algo dentro de ti no está bien, es momento de prestarle atención.

Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas.

Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación.

Y si eres TÚ quien está sufriendo o estás pasando por un momento especialmente delicado, por favor, no decaigas y mantén la esperanza porque existe una salida, aunque ahora parezca difícil de encontrar. A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda. Soy consciente de que dar el primer paso puede ser difícil, pero no tienes que hacerlo solo/a.

Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.

Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día:

  • 112, teléfono de emergencias.
  • Línea 024 de atención a la conducta suicida.
  • Fundación ANAR para la ayuda a niños/as y adolescentes: 900 20 20 10.