
Más allá del dolor: acompañar y sostener en la pérdida por suicidio.
El duelo por suicidio es una de las experiencias más dolorosas, difíciles y complejas a las que una persona puede enfrentarse. No solo ha de hacer frente a la pérdida de un ser querido, sino también a un enmarañado y espinoso torbellino de emociones difíciles de gestionar, donde la culpa, la impotencia o la confusión (entre otros aspectos), así como un sinfín de preguntas sin respuesta se suceden sin descanso una y otra vez en una batalla interna agotadora, en la que la mente busca comprender lo incomprensible y el corazón ser capaz de soportar y cargar con un dolor que parece no obtener consuelo alguno de ningún modo.
A diferencia de otros tipos de duelo, el duelo tras una muerte por suicidio conlleva una carga adicional de incomprensión y aislamiento. A menudo, el estigma social y el silencio en torno al suicidio dificultan que los dolientes expresen su dolor abiertamente, lo que puede intensificar sentimientos de culpa, vergüenza o soledad. La falta de espacios seguros para compartir su pérdida y el miedo al juicio de los demás pueden hacer que transiten este proceso de forma aún más desorientada, aislada y sin el apoyo necesario. Desgraciadamente, en la complejidad de perder por suicidio a un ser querido o a alguien muy cercano a nosotros, la marca del estigma y el silencio es una existente triste y cruda realidad a la que muchas familias y allegados, sí o sí, se ven obligados a encarar, agravando aún más su sufrimiento y, en consecuencia, complicando el proceso de adaptación emocional tras la pérdida.
El impacto emocional de perder a alguien por suicidio es devastador. No existe otra forma más liviana o soportable de digerir algo como eso. Y prueba de ello es la desproporcionada multitud de emociones que (nos) abruman en cada uno de los instantes y momentos posteriores. La culpa, la rabia, la tristeza, los interrogantes sin resolver más recurrentes, así como un espectro infinito de emociones asaltan nuestra cabeza sin muestra evidente de tregua alguna para ello.
La culpa girando en torno a cuestiones circulares sin salida de “¿Podría haber hecho algo para evitarlo?”, “No vi las señales", “¡¿Cómo no me di cuenta!?”…, y todas ellas de manera repetida e insistentemente, intentando encontrar respuestas donde no las hay o ante lo que simplemente nos resulta inexplicable e incluso inconcebible. Por otra parte, la intensidad de la rabia y la frustración que se originan en nuestro interior pasan a poder dirigirse tanto hacia la persona fallecida como hacia uno mismo o el propio entorno. Sabiendo que, cuando se produce la aparición del miedo logrando apoderarse de nosotros no es otra cosa más que una señal tangible adherida del temor al juicio de los otros, la propia dificultad para hablar del tema y la incertidumbre acerca de cómo afrontar la vida y cómo poder continuarla sin esa persona.
ES fundamental entender que estas -y otras muchas- emociones son parte natural del proceso de duelo y que, ante una experiencia tan traumática, no hay una “apropiada” manera de sentir, y mucho menos una única forma de vivirlo y experimentarlo. Hablar es prevenir.
Y tal vez por ello resulta tan crucial e imprescindible la importancia de acompañar y comprender en estos duros y difíciles momentos de aquellos que se encuentran en esta indeseable situación. Nadie debería transitar el duelo de una muerte por suicidio en soledad. De ahí que, comprender que este proceso es único para cada persona y que no hay respuestas sencillas se presenta como factor clave a la hora de brindar apoyo sin imponer tiempos ni expectativas.
Es responsabilidad de todos contribuir a un entorno más empático, compasivo y libre de estigmas, donde las personas en duelo sientan que verdaderamente no están solas y pueden hallar el consuelo que realmente precisan en todos aquellos que les rodean. A ti, que sufres o conoces a alguien que lo hace, quiero que sepas que NO ESTÁS SOLO/A.
Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas. Tenlo claro: apoyo y asistencia de profesionales, especializados y competencialmente preparados. Existen profesionales, grupos de apoyo y personas dispuestas a caminar contigo en este proceso. Con el tiempo y el acompañamiento adecuado ES posible encontrar maneras de seguir adelante sin olvidar, pero sin quedar atrapado en el dolor.
Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación.
Y si eres TÚ quien está sufriendo o estás pasando por el duelo de un ser querido por suicidio, por favor, no decaigas, mantén la esperanza: hay ayuda, hay personas que se preocupan profundamente por tu bienestar, y hay una salida, incluso si ahora parece difícil de encontrar. A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda. Soy consciente de que dar el primer paso puede ser difícil, pero no tienes que hacerlo solo.
Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.
Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día: