Un suicidio en la familia o de alguien cercano:
¿qué hacer cuando hay niños de por medio?

Un suicidio en la familia o de alguien cercano: ¿qué hacer cuando hay niños de por medio?

El impacto del suicidio en los niños: lo que debemos saber a través de la importancia del apoyo emocional.

El suicidio constituye una de las principales causas de muerte a nivel mundial donde más de 700.000 personas pierden la vida (OMS, 2021). Suele ser visto como un estigma social y el hecho de acallarlo o silenciarlo es lo que principalmente alimenta e incentiva su estigmatización. El señalamiento hacia una persona o grupo de personas ocasiona prejuicios y estereotipos aprendidos que, circularmente, no solo impulsan aún más su invisibilización como problema de salud pública global que afecta a millones de personas cada año, sino que también aumenta exponencialmente la vulnerabilidad emocional de la persona ante la huella imborrable de una circunstancia tan traumática y dolorosa a la que ha de enfrentarse. Hay que romper con el tabú y el estigma del suicidio. Hablar es prevenir. Y prevenir salva vidas.

Es innegable que, cómo hablar con los niños sobre el suicidio ES una conversación difícil pero necesaria. Si ayudarlos a afrontar y entender la pérdida, de entrada, ya es un cometido per sé nada sencillo de llevar a cabo cuando, como adultos, a la vez nosotros estamos emocionalmente implicados, hacer lo propio cuando, además, la muerte se produce por suicidio, el desafío al que nos enfrentamos se ve adicionalmente intensificado, dado que se suman el estigma, la confusión y la dificultad de encontrar las palabras adecuadas para abordar una realidad tan angustiosa.

El suicidio es un fenómeno difícil de comprender incluso para los adultos, y para los niños puede ser aún más desconcertante. Cuando un ser querido muere por suicidio, los menores pueden experimentar una combinación de reacciones y emociones donde, entre otros, la tristeza, la confusión, la culpa, el miedo, el enfado e incluso el abandono sea un fiel reflejo del estado en el que se hallen inmersos.

Aquí lo fundamental será que hagamos todo lo posible por adaptar la noticia y su comunicación al menor(es) involucrado(s). Por este motivo, la premisa básica para ello será atender al hecho de que, dependiendo de su edad y nivel de desarrollo, es posible que no comprendan completamente el concepto de la muerte o que interpreten el suicidio de una manera que les genere angustia. Justamente por esto, resultará crucial que los adultos de su entorno más íntimo y cercano les brinden información clara, adaptada a su nivel de comprensión y, sobre todo, les proporcionen el vínculo seguro que requieren donde puedan expresar sus emociones y encontrar su refugio.

En todo caso, la manera en que hablemos con los niños y adolescentes sobre el suicidio debe ajustarse a su edad y madurez, haciendo uso de un lenguaje sencillo y concreto, mediante el que evitar detalles que puedan volverse abrumadores y, por supuesto, innecesarios. Su capacidad de entendimiento será muy distinta en unas circunstancias y otras, sin embargo, la clave para su conjunto reside en escuchar, validar sus emociones y garantizar que no se sientan solos en su connatural proceso de duelo.

Ayudarles a entender y afrontar la pérdida tras una muerte por suicidio conlleva evitar errores que, aunque sin intención, lamentablemente suelen cometerse en muchas ocasiones. De ahí que, pese al temor de no hacerlo bien o causar un dolor mayor ante la complejidad de abordar algo tan delicado como es el suicidio, sea esencial ofrecer una comunicación honesta, acorde a su edad, etapa evolutiva y necesidad emocional, para que puedan procesar la realidad de manera saludable y libre de juicios. De esta forma, mantener ciertas rutinas para proporcionarles estabilidad y seguridad, así como fomentar actividades que les ayuden a canalizar sus sentimientos, como dibujar, escribir o hablar con alguien de confianza, favorece la expresión de sus emociones, encontrar el apoyo y consuelo que demandan y al mismo tiempo afrontar el duelo con mayor resiliencia y comprensión.

Con frecuencia creemos que es preferible ocultar al niño la razón de la muerte y suavizar la realidad. En la medida de lo posible y razonable (habida cuenta de las consideraciones anteriores) conviene tener muy presente que, evitar conversaciones, emplear “mentiras piadosas” o edulcorar los hechos con la idea de “proteger” al niño o pretender que su sufrimiento sea menor consigue el efecto contrario. Por un lado, porque nosotros mismos somos quienes (sin quererlo) fomentamos el estigma del suicidio, convirtiéndolo en un tema tabú. Y por otro, porque contribuimos a generar confusión, incertidumbre y, en muchos casos, un duelo más difícil de procesar, haciéndole sentir excluido de la verdad y desprovisto de la seguridad emocional que brinda una explicación sincera.

ES importante responder a sus preguntas de forma franca, pero sin sobrecargarlos de información que les conduzca a interpretaciones erróneas y/o miedos innecesarios que los exponga a suposiciones aún más angustiantes. El silencio solo genera confusión y puede hacer que el menor se sienta aún más perdido. Por consiguiente, es preferible no mentir ni disfrazar la realidad, puesto que tarde o temprano, el niño acabará descubriendo la verdad y eso mismo puede erosionar la confianza con sus cuidadores principales. Mentir generalmente no trae consecuencias positivas y, a efectos prácticos, tampoco suele ofrecer buenos resultados. Por lo tanto, poner en riesgo su confianza en nosotros NO se presenta como una alternativa conveniente.

Acompañar a un niño en su proceso de duelo se revela como un auténtico reto, especialmente, cuando el propio entorno familiar también está encarando el impacto de la pérdida. Frente a situaciones de este tipo de duelo y perdida ES natural que el comportamiento o el rendimiento de los niños se vea alterado y/o afectado. No hay que alarmarse por adelantado, ni tampoco entrar en pánico de inmediato. Solo cuando estos cambios persistan en el tiempo, o el niño muestre signos de angustia permanente, alteraciones graves en su comportamiento o dificultades significativas para afrontar la situación, será recomendable consultar y recurrir a la ayuda de un especialista o solicitar la orientación de un experto en la materia.

Busca la ayuda de profesionales especializados. Son quienes mejor podrán asistirte porque SON quienes específicamente están capacitados y cualificados para atenderte ya que poseen las habilidades y herramientas necesarias para evaluar la situación, intervenir en el manejo de situaciones y conversaciones difíciles, brindarte el tratamiento oportuno y actuar con rapidez en situaciones críticas. Tenlo claro: apoyo y asistencia de profesionales, especializados y competencialmente preparados. Existen profesionales, grupos de apoyo y personas dispuestas a caminar contigo en este proceso. Con el tiempo y el acompañamiento adecuado ES posible encontrar maneras de seguir adelante sin olvidar, pero sin quedar atrapado en el dolor.

Si tienes un ser querido que está atravesando un momento difícil, recuerda que tu atención y apoyo pueden ser el impulso que necesita para encontrar el camino hacia la recuperación.

Y si eres TÚ quien está sufriendo o estás pasando por el duelo de un ser querido por suicidio, por favor, no decaigas, mantén la esperanza: hay ayuda, hay personas que se preocupan profundamente por tu bienestar, y hay una salida, incluso si ahora parece difícil de encontrar. A veces, el comienzo de un nuevo rumbo ES pedir ayuda. Soy consciente de que dar el primer paso puede ser difícil, pero no tienes que hacerlo solo/a.

Sea lo que sea lo que te pase, cuéntalo, compártelo, ayúdate y ayúdame a ayudarte si tu deseo es contactarme.

Si estás en un momento de crisis y/o necesitas ayuda en este preciso instante, por favor, haz uso de los recursos de ayuda que tienes a tu disposición los 365 días del año, las 24 horas del día:

  • 112, teléfono de emergencias.
  • Línea 024 de atención a la conducta suicida.
  • Fundación ANAR para la ayuda a niños/as y adolescentes: 900 20 20 10.